30 años después de la guerra en Croacia, las hermanas continúan curando heridas

En un monumento conmemorativo en el hospital de Vukovar (Croacia), las Hnas. Doroteja Krešić, a la derecha, y Teuta Augustini, oran por Saša Molnar, hermano de la Hna. Franciska Molnar y víctima de una masacre en 1991. Ambas son hermanas de la Misericordia de la Santa Cruz. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

En un monumento conmemorativo en el hospital de Vukovar (Croacia), las Hnas. Doroteja Krešić, a la derecha, y Teuta Augustini, oran por Saša Molnar, hermano de la Hna. Franciska Molnar y víctima de una masacre en 1991. Ambas son hermanas de la Misericordia de la Santa Cruz. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

Chris Herlinger

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Traducido por Purificación Rodríguez Campaña

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Nota del editor: Nuestra serie de 2023 Esperanza en medio del caos: Hermanas en zonas de conflicto comenzó con un reportaje de Ucrania del corresponsal internacional de Global Sisters Report Chris Herlinger, en el que hablaba sobre las vivencias de las hermanas en un país actualmente en guerra. La serie termina ahora con un reportaje también de Herlinger en Europa, aunque esta vez sobre Croacia y Bosnia-Herzegovina, dos países que fueron escenario de guerras hace tres décadas. El reportaje de Herlinger permitió a las hermanas de aquellos lugares reflexionar sobre cómo se vive la paz y el perdón en países que fueron zonas de conflicto.

Antes de la 'Guerra de la Patria' de la década de 1990, los habitantes de Vukovar, Croacia, la consideraban una ciudad pacífica. Pero una tragedia devastadora sucedió y, tres décadas después, la ciudad vive en una paz incómoda, envuelta en el recuerdo de una tragedia y una pérdida terribles.

Una de las personas que conocen dicha pérdida es la Hna. Franciska Molnar, de 68 años, una religiosa de las Hermanas de la Misericordia de la Santa Cruz que ejerce su ministerio en el convento de la congregación en Đakovo, una ciudad a unos 56 kilómetros al oeste de Vukovar.

Molnar se crió en Vukovar, una ciudad portuaria a orillas del Danubio que da a la frontera con el país vecino, Serbia. Ella la recuerda como un lugar donde la gente se llevaba bien. Los residentes no le daban mucha importancia al hecho de que se mezclaran serbios ortodoxos y croatas católicos, aunque la mayoría croata era consciente de que, durante el régimen comunista, no se solía seleccionar a los católicos para los puestos de trabajo.

Sin embargo, la convivencia pacífica se vio rápidamente alterada cuando Croacia declaró su independencia de Yugoslavia en 1991 y el ejército nacional yugoslavo, en el que militaban extremistas serbios, se opuso a la medida e invadió el país. Finalmente, Croacia ganó su guerra de independencia, pero no sin antes haber perdido la vida unas 20 000 personas.

  • Las guerras en la antigua Yugoslavia que comenzaron en 1991 se saldaron con la muerte de más de 140 000 personas y obligaron a desplazarse a otros 4 millones, según el Centro Internacional para la Justicia Transicional.
  • Las guerras entre 1991 y 1999 se produjeron a raíz de la disolución de una federación de seis repúblicas que a menudo se decía que se mantenía unida gracias al liderazgo del presidente yugoslavo Josip Tito, quien falleció en 1980, según informa un sumario de la BBC.
  • Con la muerte de Tito y la caída de la Unión Soviética en 1991, las repúblicas yugoslavas empezaron a buscar la autonomía. Croacia fue una de las primeras en hacerlo, lo que provocó que el ejército yugoslavo, dominado por los serbios, "se lanzara al ataque". Miles de personas murieron en la guerra de independencia de Croacia, que  tenía una mayoría católica y una minoría serbia (ortodoxa).
  • Bosnia-Herzegovina ("con una compleja mezcla de serbios, musulmanes y croatas") también buscó la independencia, lo cual desencadenó la reacción de la minoría serbia. Las unidades del ejército yugoslavo pasaron a llamarse 'ejército de los serbios de Bosnia' y "labraron una enorme franja de territorio dominado por los serbios". Más de un millón de bosnios musulmanes y croatas "fueron expulsados de sus hogares en una limpieza étnica", aunque los serbios también sufrieron en la guerra.
  • El suceso más recordado de la guerra de Bosnia fue seguramente el asedio de la capital bosnia, Sarajevo, que tuvo lugar entre 1992 y 1996.
  • La guerra de Bosnia finalizó en 1995 con el acuerdo de paz impulsado por Estados Unidos conocido como Acuerdos de Dayton. La última guerra de la región, entre las etnias albanesa y serbia en Kosovo, terminó en 1999 con la derrota de los serbios.
  • Aunque a menudo se habla en Estados Unidos de la guerra o guerras de los Balcanes, cada país tiende a darle un nombre a su respectiva guerra (como en Croacia: 'Guerra de la Patria' o 'Guerra de la Independencia Croata').

Un momento clave de este conflicto fue la caída de Vukovar en noviembre de 1991, tras un asedio de casi tres meses. La ciudad se convirtió en el primer municipio europeo totalmente destruido desde la Segunda Guerra Mundial, y fue escenario de numerosas violaciones de los derechos humanos contra la población civil. Testigos de aquella época declararon que decenas de cadáveres se alineaban en las calles de Vukovar, cubierta de ceniza y escombros.

Pero quizás lo más destacado fue que las fuerzas nacionales yugoslavas se llevaron bajo coacción a unas 400 personas del hospital de Vukovar, una institución fundada por la congregación de Molnar en 1940, aunque confiscada después de la Segunda Guerra Mundial por las autoridades comunistas.

Finalmente, cerca de la mitad fueron liberados (entre ellos, un grupo de hermanas católicas), pero otros fueron enviados a una granja a las afueras de la ciudad, y ejecutados allí. Algunos siguen todavía en paradero desconocido; los cadáveres de otros fueron encontrados casi una década después en fosas comunes.

Entre los que perecieron se encontraba el hermano de Molnar, Saša. Por aquel entonces tenía 26 años y servía en las fuerzas croatas. Era padre de dos niños pequeños. 

"Estaba defendiendo a su país", afirmó Molnar en voz baja en una entrevista en el convento de la congregación en Đakovo.

Molnar, que no se encontraba en Vukovar durante el asedio, contó que sus padres se aferraron obstinadamente a la esperanza de que su hijo regresaría, a veces incluso preparándole ropa. Cuando el cuerpo de Saša fue descubierto en una fosa común nueve años después, la familia quedó desolada. 

El propio camino de Molnar no ha sido fácil, pero ha sido capaz de perdonar a los asesinos de su hermano. "Estoy abierta a todas las personas, incluso a las que mataron a mi hermano", manifestó.

El Cementerio Nacional Conmemorativo de Vukovar (Croacia) recuerda a las víctimas de la Guerra de Independencia de Croacia, llamada Guerra de la Patria por sus habitantes. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

El Cementerio Nacional Conmemorativo de Vukovar (Croacia) recuerda a las víctimas de la Guerra de Independencia de Croacia, llamada Guerra de la Patria por sus habitantes. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

Pero Molnar subraya esa convicción en algo que, según ella, es una verdad sobre el perdón: asegura que el acto de perdonar no emana de ella, sino de Dios.

"Creo que es la gracia de Dios la que me permite perdonar", explicó y añadió: "Creo que es importante vivir según el Evangelio, la palabra de Dios. Es el don de Dios, la obra de Dios".

"La experiencia de perdonar me ayuda en mi vida, en el trabajo que hago", entre cuyas tareas está ayudar a supervisar un banco de alimentos gestionado por una hermana en Đakovo, explicó Molnar, quien precisó que, sin embargo, "no siempre es fácil".

"Heridas que siguen abiertas"

Las declaraciones de Molnar coinciden con las de más de una docena de hermanas entrevistadas a principios de este mes en Croacia y el país vecino de Bosnia-Herzegovina, para hablar tanto de las secuelas de las guerras de hace 30 años como de sus ministerios actuales, que están ayudando —a menudo en pequeña medida, de forma directa e indirecta— a curar las heridas de unas tierras antaño desgarradas por el conflicto.

"El hecho de perdonar me ayuda en mi vida y en mi trabajo. [...] No siempre es fácil": Hna. Franciska Molnar

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Las hermanas no tuvieron reparos en hablar de las guerras de los noventa, tanto quienes las vivieron directamente en su edad adulta como quienes eran niñas en aquella época. 

Las religiosas insistieron en que se pueden sacar lecciones valiosas de las guerras, sobre todo la necesidad de perdonar a los enemigos de una nación y de permanecer cerca de la gente necesitada durante los conflictos. Pero al mismo tiempo, las hermanas se dedican ahora a ministerios que apenas tienen relación directa con el pasado.

"La guerra ha quedado atrás; viene una nueva generación", afirmó la Hna. Rastislava Ralbovsky, que también es miembro de la congregación de Molnar. "Nuestro apostolado se centra en las necesidades de la gente de ahora", indicó.

Sin embargo, declaró que "Todavía quedan secuelas entre los que sufrieron".

Es cierto. Para una persona de fuera es difícil pasar por alto que, incluso a tres décadas de distancia, las sombras de la guerra siguen siendo perceptibles.
 

 Pruebas de los bombardeos en un hospital de Vukovar, en Croacia, permanecen como parte de un museo para conmemorar los hechos ocurridos allí. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

Pruebas de los bombardeos en un hospital de Vukovar, en Croacia, permanecen como parte de un museo para conmemorar los hechos ocurridos allí. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

Un número sorprendente de edificios dañados o destruidos por la guerra aún caracterizan el paisaje de Croacia y Bosnia-Herzegovina, ya sea una estación de tren abandonada en Vukovar o viviendas quemadas en elegantes mesetas nevadas o aldeas aún en proceso de recuperación en Bosnia.

Mientras viajaba en coche con unas hermanas por Croacia, cerca de la frontera bosnia, una religiosa señaló casualmente que durante la guerra "esta era una zona controlada por los serbios, fuera del control croata". Otras mencionaron que algunas hermanas perdieron conventos e incluso la vida en la guerra.

Por supuesto, visitar Vukovar (tanto el memorial establecido en el sótano del hospital, aún intacto y operativo, como la tumba nacional para las víctimas de la masacre de Vukovar) es algo totalmente distinto.

La gravedad de los acontecimientos lo envuelve todo y deja al descubierto sus puntos débiles. Vukovar fue reconstruida, pero —según varias fuentes— nunca ha recuperado plenamente la prosperidad o el equilibrio que poseía antes de la guerra: su población ha pasado de 46 000 habitantes en 1991 a 23 000 en 2021.

En un lugar conmemorativo del hospital de Vukovar, en Croacia, una placa rinde homenaje a Saša Molnar, el hermano de la Hna. Franciska Molnar, una de las víctimas de la masacre de 1991. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

En un lugar conmemorativo del hospital de Vukovar, en Croacia, una placa rinde homenaje a Saša Molnar, el hermano de la Hna. Franciska Molnar, una de las víctimas de la masacre de 1991. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

En una reciente visita a Vukovar, las Hnas. Doroteja Krešić y Teuta Augustini, miembros de la congregación de Molnar, encontraron una placa con el nombre de Saša Molnar en el monumento conmemorativo del hospital y rezaron una breve oración; ese instante de respeto manifestado fue un consuelo para un lugar de dolorosa memoria histórica.

"Lo que ocurrió aquí fue pura maldad", declaró Augustini.

Anteriormente, Krešić había recordado los traumas familiares de la guerra, ya se tratase de un tío agredido por soldados yugoslavos o de la casa familiar destrozada por un asalto militar. "La gente siempre decía que la guerra no duraría mucho", recordó al tiempo que reconocía que eso es algo que siempre se dice cuando empiezan las guerras, tanto las mundiales como las de Croacia y Bosnia o la actual de Ucrania.

Carteles en una exposición en Vukovar, Croacia, conmemoran el asedio de la ciudad en 1991. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

Carteles en una exposición en Vukovar, Croacia, conmemoran el asedio de la ciudad en 1991. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

Sobre la cuestión del perdón, Krešić aseguró que encuentra consuelo y fuerza en la cita del Evangelio de Lucas en la que Jesús exclama: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". 

Sin embargo, al igual que Molnar, sostiene que la convicción no se expresa de forma simple o fácil ni se acepta sin más. Krešić conoce el caso de una mujer que fue violada durante la guerra, lo que la llevó a preguntarse: "¿Podría perdonar si fuera de Vukovar?".

Es una pregunta conmovedora que, según ella, la hace sentirse "muy cercana a esas personas y a lo que vivieron". Afirmó que es comprensible que para muchas personas, especialmente las de la edad de sus padres, no sea fácil perdonar a los agresores.

"Para mucha gente, la guerra no ha terminado", manifestó Krešić. "Hay heridas que siguen abiertas", agregó.

La Hna. Rastislava Ralbovsky, a la derecha, y la Hna. Marija Klara Klarić, miembros de las Hermanas de la Misericordia de la Santa Cruz, ejercen su ministerio en un programa que comenzó en 1996 destinado a ayudar a las personas que se enfrentan a traumas y cicatrices espirituales tras la guerra. El programa tiene su sede en el convento de la congregación en Đakovo, Croacia. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

La Hna. Rastislava Ralbovsky, a la derecha, y la Hna. Marija Klara Klarić, miembros de las Hermanas de la Misericordia de la Santa Cruz, ejercen su ministerio en un programa que comenzó en 1996 destinado a ayudar a las personas que se enfrentan a traumas y cicatrices espirituales tras la guerra. El programa tiene su sede en el convento de la congregación en Đakovo, Croacia. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

Dos religiosas que lo saben bien son la Hna. Rastislava Ralbovsky y la Hna. Marija Klara Klarić. Ambas pertenecen a las Hermanas de la Misericordia de la Santa Cruz y trabajan en un programa que comenzó en 1996 para ayudar a las personas que se enfrentan a traumas y cicatrices espirituales tras la guerra, ya sean veteranos, viudas de guerra o personas que perdieron a sus hijos. 

El programa nació de la labor de la congregación en el albergue de refugiados de los países vecinos de Bosnia-Herzegovina y Kosovo. Desde entonces se ha ido extendiendo para ayudar a personas con discapacidades físicas y mentales, y atrae a católicos de todas las edades que necesitan apoyo espiritual.

Aunque Đakovo no estaba ocupada, el convento de las hermanas se llenó de refugiados, y el contacto personal era importante, ya que ellas proporcionaban alojamiento, comida y atención espiritual, tanto con la oración como con el rezo diario del rosario.

"Fue una experiencia muy entrañable y valiosa compartir el sufrimiento de alguien, demostrar que estábamos aquí, hacer lo que podíamos hacer en ese momento", manifestó Ralbovsky.

"Tenemos que perdonar porque somos cristianos. Debemos dejar que Dios haga justicia y juzgue": Hna. Damira Biškup

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Las hermanas acogían a todos, independientemente de su fe o nacionalidad. Y ellas lo siguen haciendo ahora, pendientes de necesidades como la lucha contra el trastorno por estrés postraumático (TEPT), un problema común entre las esposas de los veteranos. 

Las esposas están dispuestas a hablar de sus problemas con las hermanas, no así los hombres. "Es difícil llegar a esos hombres (con TEPT)", afirmó Ralbovsky. "Es como si estuvieran cerrados. Siguen sufriendo y sus mujeres también". acotó. 

Las secuelas siguen presentes y pueden manifestarse en adicciones químicas, depresión y maltrato conyugal. "Intentamos ayudar a las familias lo mejor que podemos", declaró Ralbovsky y añadió: "Es una pequeña gota en el mar de lo que podemos hacer, de lo que debería hacerse".

La estación de ferrocarril abandonada de Vukovar en Croacia, devastada durante un asedio en 1991, es una prueba de la destrucción durante la Guerra de Independencia de Croacia. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

La estación de ferrocarril abandonada de Vukovar en Croacia, devastada durante un asedio en 1991, es una prueba de la destrucción durante la Guerra de Independencia de Croacia. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

Para Ralbovsky resulta evidente que muchas familias siguen luchando y están "muy necesitadas de recuperación".  A veces puede parecer que las necesidades son demasiado abrumadoras. Sin embargo, la hermana también sabe que hay hombres y familias que se han recuperado, que regresan de la experiencia renovados y esperanzados.

Por su parte, Klarić señaló que cuesta asimilar toda la complejidad y las cuestiones convergentes relacionadas con la recuperación de la guerra. Mientras que algunos son capaces de "dejar la guerra a un lado", incluso aquellos que se muestran dispuestos a hablar de ella pueden enfrentarse a retos específicos: la experiencia de un combatiente quizá no sea la misma que la de las personas encarceladas o torturadas en un campo de prisión.

Los aniversarios de guerra (incluidos los que se celebran) pueden provocar momentos de dolor. "Las secuelas de la guerra siguen ahí", explicó Klarić, que vivió seis meses en la Bosnia ocupada y que abandonó el país en plena guerra con su madre, sus hermanas y sus hermanos para llegar a Croacia en 1992. "El tiempo lo hace un poco más llevadero, pero nunca puede curar del todo. La cicatriz permanece siempre visible", aseveró.

La Hna. Franka Bagarić es la superiora provincial de las Hermanas Escolares de San Francisco de Cristo Rey en Mostar, Bosnia, ciudad destruida en gran parte durante la guerra de Bosnia. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

La Hna. Franka Bagarić es la superiora provincial de las Hermanas Escolares de San Francisco de Cristo Rey en Mostar, Bosnia, ciudad destruida en gran parte durante la guerra de Bosnia. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

"Tuvieron que procesar ese dolor"

Klarić y Ralbovsky se consuelan al saber que, sea cual sea el trabajo que realicen, ayudan a las personas en cualquier fase de recuperación. "La gente se siente libre delante de nosotras: confían en nosotras, creen en nuestra vocación", señaló Klarić y añadió:"Sienten la cercanía de Dios a través de nosotras".

En su programa en curso para ayudar a las personas con necesidades y desafíos espirituales, las religiosas se guían por el principio bíblico que afirma que Jesús sirve a los que tienen hambre y sed, y son "los más pequeños". 

"En nuestros programas tenemos enfermos, hambrientos, personas que se sienten solas, que buscan amor y comprensión", explicó Ralbovsky. "Con nuestros programas, intentamos alcanzar el reino de Dios a través de pequeñas cosas. Esa es una enorme fuente de felicidad y alegría", explicó.

Ambas hermanas comentaron que, curiosamente, los que vivieron la guerra en primera persona suelen ser los menos propensos a hacer declaraciones contra los del otro bando, y quizá más capaces de perdonar a los que una vez fueron sus enemigos.

"Las personas que sufrieron traumas tuvieron que 'trabajar espiritualmente para encontrar la solución en la fe'", y esto incluye a las hermanas, según Ralbovsky. 

Los que sufrieron en la guerra experimentaron algo parecido a un despertar espiritual, explicó Ralbovsky. "Tuvieron que procesar ese dolor", expresó.

La Hna. Franciska Molnar, de 68 años, miembro de las Hermanas de la Misericordia de la Santa Cruz, ejerce su ministerio en el convento de la congregación en Đakovo, una ciudad a unos 56 kilómetros al oeste de Vukovar. Ella afirma que ha podido perdonar a los asesinos de su hermano Saša, fallecido durante la Guerra de la Patria Croata. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

La Hna. Franciska Molnar, de 68 años, miembro de las Hermanas de la Misericordia de la Santa Cruz, ejerce su ministerio en el convento de la congregación en Đakovo, una ciudad a unos 56 kilómetros al oeste de Vukovar. Ella afirma que ha podido perdonar a los asesinos de su hermano Saša, fallecido durante la Guerra de la Patria Croata. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

Las hermanas no son las únicas que creen que las religiosas en zonas de conflicto han tenido que poner plenamente en práctica su consagración. 

En Bosnia-Herzegovina, el padre franciscano Svetozar Kraljević manifestó que las hermanas estaban "rodeadas por la muerte en todo momento", pero mostraron un compromiso, un cuidado y un coraje inquebrantables. "No importa lo que traiga la vida; las hermanas están ahí", afirmó.

Desde otro punto de vista, la Hna. Franka Bagarić., superiora provincial de las Hermanas Escolares de San Francisco de Cristo Rey en Mostar (una ciudad bosnia destruida en gran parte por la guerra), indicó que el conflicto provocó que los residentes se volvieran demasiado sensibles a las identidades religiosas y étnicas: musulmanes (bosnios), católicos (croatas) y ortodoxos (serbios). Pero también provocó la toma de conciencia de una identidad comunitaria compartida "que reside en las heridas y el sufrimiento".

En su opinión, si eso llevó a ciertas personas, incluidas las hermanas, a una espiritualidad más profunda, tal vez "eso pueda hacer bien" en la sanación de la nación. 

"Las heridas siguen siendo profundas", manifestó. "Todavía necesitamos muchos años de sanación y buena voluntad. Todas las partes deben entregarse a la paz", agregó.

Y las propias hermanas tienen que afirmar que, dondequiera que se den las tribulaciones de la guerra y el conflicto, deben actuar con valentía y esperanza y permanecer solidarias con los que más sufren.

La Hna. Tihomira Parlaj pertenece a las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl de Zagreb y ayuda a coordinar un comedor social en la capital croata. Al preguntarle por un consejo para las hermanas en las zonas de conflicto actuales y futuras, respondió: "Permanezcan con la gente, conozcan quiénes son; estén cerca de ellos y apoyen a las personas con las necesidades que tengan". (Foto: GSR/Chris Herlinger)

La Hna. Tihomira Parlaj pertenece a las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl de Zagreb y ayuda a coordinar un comedor social en la capital croata. Al preguntarle por un consejo para las hermanas en las zonas de conflicto actuales y futuras, respondió: "Permanezcan con la gente, conozcan quiénes son; estén cerca de ellos y apoyen a las personas con las necesidades que tengan". (Foto: GSR/Chris Herlinger)

La Hna. Tihomira Parlaj pertenece a las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl de Zagreb y ayuda a coordinar un comedor social en la capital croata. Al preguntarle por un consejo para las hermanas en las zonas de conflicto actuales y futuras, respondió: "Permanezcan con la gente, conozcan quiénes son; estén cerca de ellos y apoyen a las personas con las necesidades que tengan".

Le corresponde a Dios "hacer justicia y juzgar"

Una hermana que siempre cumplió con su vocación cuando la gente la necesitaba es la Hna. Damira Biškup, también miembro de las Hermanas de la Misericordia de la Santa Cruz. 

Biškup, de 88 años, era enfermera de formación y trabajó 25 años en el ala materna del hospital de Vukovar, donde permaneció durante la caída de la ciudad. "Estábamos rodeados por los enemigos", recordaba, "y luchábamos contra la falta de electricidad, alimentos y agua; la poca comida que llegaba lo hacía gracias a la ayuda de grupos humanitarios".

La Hna. Tihomira Parlaj, religiosa de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl de Zagreb que ayuda a coordinar un comedor social en la capital croata, aparece aquí con algunas de las personas a las que atiende el comedor. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

La Hna. Tihomira Parlaj, religiosa de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl de Zagreb que ayuda a coordinar un comedor social en la capital croata, aparece aquí con algunas de las personas a las que atiende el comedor. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

Aunque Biškup no fue amenazada directamente con violencia, sí que recuerda que tuvo que correr rápidamente del hospital al convento cercano donde vivía al ver numerosos cadáveres en las calles. "Fue muy difícil presenciar aquello", contó.

Ella y otras cuatro hermanas pudieron salir de Vukovar en dirección a Zagreb dos días después de la caída de la ciudad, el 18 de noviembre de 1991, llevando consigo a una niña prematura que Biškup cargaba en brazos; la madre de la niña no pudo permanecer en el hospital durante el asedio. 

"Era muy frágil", señaló Biškup refiriéndose a la niña nacida tres meses antes de tiempo. "Necesitaba atención", dijo.

El memorial del Cementerio Nacional Conmemorativo de Vukovar (Croacia) recuerda a las víctimas de la Guerra de Independencia Croata, llamada Guerra de la Patria por los croatas. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

El memorial del Cementerio Nacional Conmemorativo de Vukovar (Croacia) recuerda a las víctimas de la Guerra de Independencia Croata, llamada Guerra de la Patria por los croatas. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

Una posterior rueda de prensa televisada a la que asistieron Biškup y la niña permitió volver a reunir a la pequeña con su madre. Biškup sigue en contacto tanto con la niña Tanja Šimić, como con su madre Anka; una relación duradera que los periódicos croatas celebraron en 2016 durante los actos conmemorativos del 25 aniversario de los acontecimientos de Vukovar. 

Ella recuerda la buena relación que mantenía antes de la guerra con los médicos serbios del hospital. También conserva los recuerdos de pequeños gestos, como el conductor serbio que dejó encendida la calefacción del autobús que llevó a Serbia a las hermanas, al bebé y a otros niños, durante la noche, antes de regresar a Croacia.

"Estuvo atento a las necesidades de los bebés y los niños", afirmó Biškup alegrándose al recordarlo.

La Hna. Damira Biškup, miembro de las Hermanas de la Misericordia de la Santa Cruz, prestó sus servicios durante 25 años en el ala materna del hospital de Vukovar, y permaneció allí durante la caída de Vukovar en 1991. Aparece leyendo un libro de poesía publicado en 2019 que aborda el tema de la Guerra de Independencia Croata. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

La Hna. Damira Biškup, miembro de las Hermanas de la Misericordia de la Santa Cruz, prestó sus servicios durante 25 años en el ala materna del hospital de Vukovar, y permaneció allí durante la caída de Vukovar en 1991. Aparece leyendo un libro de poesía publicado en 2019 que aborda el tema de la Guerra de Independencia Croata. (Foto: GSR/Chris Herlinger)

Esa bondad inspira algunas de sus reflexiones, al igual que su creencia de que Croacia está impregnada de una profunda fe colectiva. Pero no menos importante es su propia profundización en la fe, sobre la que Biškup reflexiona en un poemario de 2019 cuyo título se traduce más o menos como Fe en un contexto sin esperanza.

El libro, compuesto por 30 poemas, recopilados y publicados por una editorial no religiosa, está dedicado a Tanja Šimić.

"Ahora nada es como durante la guerra, nada es tan intenso", afirmó, aunque añadió que su esperanza es que el pueblo croata nunca olvide los sucesos de Vukovar. 

Al final de una tranquila tarde de jueves en el convento de su congregación en Zagreb, con el sol poniente visible a través de una ventana, Biškup leía fragmentos del libro, explicando a través de un intérprete que uno de los poemas —Procesión de recuerdos—reafirmaba la centralidad de Vukovar para la identidad croata.

En cuanto a cómo se ha recuperado de aquellos tiempos, Biškup aseguró que su poesía le ha ayudado a encontrar su camino, al igual que lo ha hecho el afirmarse en el perdón. "Tenemos que perdonar porque somos cristianos", señaló, añadiendo sin embargo que "debemos dejar a Dios que haga justicia y juzgue".

Biškup hizo una pausa y reflexionó sobre lo que queda para aquellos que sufrieron en mayor o menor medida durante las guerras de hace 30 años.

"Perdonar, sí", declaró. "Pero olvidar, no", precisó.

Nota del editor: Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 28 de diciembre de 2023

This story appears in the Hope Amid Turmoil: Sisters in Conflict Areas feature series. View the full series.

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